¿Qué hacer con nuestra "sede vacante" filosófica?

De nuevo, parece que la filosofía está amenazada por los poderes, en este caso por el gobierno actual, que pretende, tal como se ha anunciado en el borrador de la nueva ley de mejora de la calidad educativa (LOMCE), reducir drásticamente la presencia de las materias de Filosofía en el sistema educativo. No sabemos si se trata de un episodio más de la dialéctica que enfrenta desde siempre a la filosofía con el mundo (y al mundo con la filosofía), según la cual, la filosofía está comprometida a pensar y a intervenir en el mundo a pesar del mundo, no edificándolo de acuerdo con otras instancias conmensurables con él, sino desconstruyéndolo a partir de una diferencia de principio, sea chorismos, infinitud en nosotros o diferencia óntico-ontológica. Si fuera así, parece que el contragolpe filosófico sólo puede ser irónico o sustractivo.

Desde el lado de la filosofía, en el que se ubican estas palabras, lo último que el ataque del gobierno exige de nosotros es una defensa no-filosófica de la filosofía, en términos de su valor edificante, instrumental-formativo, corporativo, o por su importancia en el canon cultural comúnmente aceptado (apelando al tiempo que se lleva enseñado en el sistema educativo español...). Exige una apología internamente filosófica y, por tanto, problemática y problematizadora, en la que se halla en juego la existencia material de la filosofía en la actualidad, sus relaciones con otras instancias practicas e institucionales (su papel o función en el sistema educativo, en particular) y su propio concepto, no desligado de esos aspectos materiales (a pesar de que la larga tradicion académica ha borrado las huellas materiales de la existencia filosófica, haciéndonos creer que la filosofía toda está en sus filosofemas y que éstos están en la cabeza del filósofo y luego en su obra y, en todo caso, en el lugar puro del saber, que es la universidad...). En esta lucha por la filosofía no hemos de hablar el lenguaje desde el cual se impugna su forma de existencia académica actual (no nos engañemos, su existencia en la secundaria pero también en la universidad), sino que debemos librar una lucha filosófica por la filosofía. La cuestión no es, pues, principalmente, o sólo, práctico-técnica: reducción en el número de asignaturas, horas, profesores, etc., aunque por supuesto nos preocupe la profesión filosófica y su desempleo. Una futura "sede vacante" para la filosofía (más duradera lamentablemente que la vaticana, y que habría que pensar también en relación con el problema kantiano-derridiano de la "cátedra vacante") se anuncia en estas medidas ministeriales, ocasión quizás de una nueva pureza filosófica pero también de mucha frustración y quizás de resentimiento.

Al menos dos cuestiones que deberían ser esgrimidas problemáticamente como si fueran armas en esta batalla (armas que sólo serán efectivas, no lo olvidemos, si cobran fuerza filosófica):

Una: ¿Quienes somos nosotros, que nos sentimos atacados, que nos reunimos en asamblea para hacernos la principal pregunta "qué hacer"? ¿Qué somos como sujetos de la filosofía? ¿Qué es hoy día el sujeto filosófico, el filósofo, si es que existe como tal?

Y dos: ¿Qué es lo que se ataca desde el gobierno? ¿Es LA filosofía como tal? ¿Qué es el "como tal" de la filosofía? ¿Lo es, por ejemplo, la Educación para la ciudadanía, cuya supresión ya se ha anunciado? La corporación filosófica casi unánimemente rechazó el carácter filosófico de la EpC hace unos pocos años (con la LOE) y protestó por la coacción política y la heteronomía que suponía para su cuerpo filosófico. Después de unos años en que la EpC ha sido impartida por muchos profesores de filosofía en los institutos, parece que de modo práctico se había alcanzado la conciencia de que era una materia filosófica. Había sido construida por la filosofía como conjunto de problemas, la teoría filosófica (que es siempre problematizadora y, por tanto, polémica, es decir, "ideológica", como afirma el gabinete Wert ahora) se había impuesto sobre las opiniones o convicciones morales de cada cual ¡…para pensarlas! ¿O es la supresión como materia obligatoria de la Historia de la filosofía la herida más dolorosa que el gobierno ha infligido a nuestro cuerpo filosófico? No lo olvidemos, en la historia de la filosofía se ha cifrado durante mucho tiempo LA filosofía misma, asignatura de preferencia para catedráticos de bachillerato y que era considerada un valor en sí misma aunque se hiciera de ella un aprendizaje sólo histórico y no racional (Kant). Tendríamos que preguntarnos, es nuestra mejor defensa y nuestro más filosófico ataque, donde está el valor de lo que consideramos valioso.

jdlh